Un año es un breve espacio de tiempo. Para los que viven en la Isla, tal vez, no son tan notorios los cambios.
Los que están, o trabajan fuera de la Patria, que vienen con los sentidos agudizados, por la ausencia, y los recuerdos congelados del pasado, que dejaron atrás, hace mucho tiempo, o en nuestro caso, en un fugaz espacio temporal, la realidad cubana no pasa inadvertida, aunque las visiones sean diversas y la manera de interpretar los hechos también.
Las percepciones, de parte de la gente de la calle, apuntan más en hablar en término de precios y salarios que de carencias materiales, es parte de la nueva realidad, que con un espíritu pragmático, se emprenden en el país, dirigido a en rumbar la sociedad sobre bases más sólida, adecuándola ante el cambiante escenario internacional a las posibilidades económicas de la nación.
Nuevos actores se consolidan, ofreciendo sus servicios particulares, en diversos campos, verdad que a precios más elevados; preservando el Estado las actividades vitales o estratégicas que permiten garantizar la sociedad justa y de bienestar para el pueblo que se construye, con el aporte de todos.
Algunos, aún creen en las bondades de “afuera”, viendo la felicidad asociada única y exclusivamente a bienes materiales, otros regresan a la Patria después de descubrir con amargura “el secreto mejor guardado” y pocas veces reconocido que existen los sueños, pero también las pesadillas y que el cubano, sí, señoras y señores, es un pueblo de “millonarios”.
El intercambio con mi gente me hace pensar seriamente en los valores de mi pueblo. Una visita al mercado local de mi ciudad, unos minutos de espera y el inevitable diálogo con una desconocida que persigue igual propósito. Me dice que un familiar vive en un país del norte de Europa, que recientemente lo visitó y piensa establecerse en esa nación, a continuación me cuenta entusiasmada de las bondades que apreció en esa tierra, hace comparaciones sociales y económicas, con su país de origen.
Yo pienso en los increíbles retos de la Revolución Cubanas, nos compara con uno de los países de más alto índice de desarrollo humano o cuando no, otros lo hacen, con la primera potencia económica del planeta.
En nuestro contexto, los países de América Latina, casi nunca, parecen buenas referencias para los cotejos por los ilusos. Nuestro retos ideológicos se parecen a la historia bíblica de “David y Goliat”, realmente nos obligan a ser un pueblo de Gigantes.
La conversación discurre de forma amena, el hecho que dos desconocidos intercambian sobre asuntos tan diversos me hace pensar.
Nuestra plática termina, han pasado unos pocos minutos, lo suficientes para saber su nombre, conocer a su familia, su profesión, descubrir a amigos comunes, oír sus sueños y aspiraciones… se despide con un apretón de mano y un beso, me exhorta a probar suerte, me dice, “no sabes lo que te está perdiendo”…ya la frase me empieza a sonar a cliché, de las personas que creen saber lo que nos conviene, prefiero pensar en la canción "El Necio" de Silvio Rodríguez.
Sonrió con tristeza, porque no estoy seguro si ella está consciente del valor espiritual de nuestro pequeño diálogo, tan común entre cubanos, raro privilegio, difícil de encontrar en otras partes, donde nada sabemos de nuestro vecino y donde las grandes moles de Servicios, saturadas de gente, que sólo esta preocupada por sus nuevas compras y cuando más en atender su celular, no tiene tiempo, ni deseo, para las relaciones interpersonales, tal vez sea, lo que algunos especialistas llaman, vivir en el no lugar, sencillamente no existe para una sociedad egoísta que sólo valora el bien material.
Lamentablemente, aún, no lo sabe, pero lo sabrá, y entonces recordará inevitablemente los valores intangibles que perdió.
La visita a mi ciudad natal me permite el intercambio con mi familia y con nuestras realidades y me ayuda aprender más de los míos.
Saludo a un amigo de la infancia, que está devuelta después de una azarosa aventura para llegar al país del Norte y en unos de sus viajes a Cuba decidió no retornar a como diera lugar.
Lo interrogo curioso por su decisión, me expresa con honestidad su divergencia con algunos aspecto de la sociedad Cubana, pero me dice que su visión negativa de nuestra sociedad es veinte veces más favorable que la que vivió todos estos años en ese país.
Recuerdo su inexplicable alegría cuando le entregaron su libreta de abastecimiento, no sé si aquello lo asoció como un documento de identidad o el derecho de residencia.
Lo cierto es que para los cubanos durante muchos años, fue la única vía que tenían para sobrevivir el brutal acoso del bloqueo, permitiendo garantizar la alimentación, con la canasta básica familiar, de toda la población.
El sueño de que un día desapareciera se ha ido esfumando con el tiempo, deseando fervientemente lo opuesto, a medida que se abrió un mercado que responde a la oferta y la demanda, donde se puede adquirir el mismo producto, pero por varias veces su valor.
La gente aprendió y empezó a valorar los esfuerzos del Estado por proteger a las personas de bajos ingresos con productos subvencionados al costo oneroso de cientos de millones de dólares gastado todos estos años para adquirirlo, en lejanos mercados, en condiciones de bloqueo.
También pude abrazar a un amigo español del barrio, casado con una cubana que alterna su estancia entre ambos países. Había leído con interés y asombro que Cuba estaba entre los países de América Latina con más emigrantes españoles en esta época de crisis económica para la nación Ibérica.
El me habló, como nadie, de la solidaridad y del valor de la familia Cubana, de los vecinos, ante la tragedia humana, sólo recuerdo sus últimas palabras ante de despedirnos…” Allá, tú no le importas a nadie, Alberto”…
El temas de los valores es un tema de amplio debate en la sociedad cubana actual se habla de la bondad, solidaridad…a veces con fuerte espíritu crítico. Lo cierto es que los años duros del “Periodo Especial” tuvieron su efecto negativo y es sabio detener la brecha.
Tenemos el deber de proteger nuestras riquezas, ahora sin poner comillas, porque eso son nuestros valores, no debemos renunciar a nuestro millones inmateriales.
Si debiera tranquilizar a nuestros amigos, entonces diría, parafraseando al Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos…” podemos asegurarles a nuestros ciudadanos y amigos en el mundo que, aún tenemos, con creces, una de las mayores reservas de valores del planeta. Confíen en nosotros. Gracias (Texto e imagen gráfica, José Alberto Zayas Pérez)
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