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La Polilla Cubana

3 de Abril de 2011, 21:00 , por Desconhecido - | No one following this article yet.
Mi blog es una ventana abierta sobre Cuba y el mundo, desde la verdad y la justicia

Guerra y acumulación capitalista: Semántica, cosmética y genocidio

13 de Junho de 2012, 21:00, por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda

Por Azalea Robles

La paz con justicia social es un anhelo de los pueblos del mundo: sumidos en la miseria, la explotación y la represión que constituyen una guerra permanente contra el desarrollo social y la vida digna. El sistema capitalista, cuya lógica es monopolizar las riquezas en pocas manos en detrimento de las mayorías, constituye en sí mismo una forma de guerra permamente. El gran capital implementa la guerra contra los pueblos; una guerra económica que asesina cada día a 57.000 personas por hambre, el 90% de ellas son niños. Según el PNUD 10 millones de personas mueren cada año debido al hambre o las enfermedades derivadas de la malnutrición; hay en el mundo más de 925 millones de personas que pasan hambre; y se produce comida más que suficiente para todos los seres humanos [1]. Jean Ziegler expresa la dimensión de esta guerra contra la humanidad: “cada cinco segundos, un niño de menos de diez años muere de hambre. 57.000 personas mueren de hambre cada día. 1.000 millones de personas son gravemente invalidadas o sufren secuelas graves por desnutrición. La agricultura mundial podría alimentar normalmente con 2.200 calorías diarias a 12.000 millones de personas, y sólo somos 7.000 millones. No existe una fatalidad objetiva en el hambre. Un niño que muere de hambre es un niño asesinado. El problema no es la producción sino el acceso, los precios. El hambre es pura violencia estructural, un orden caníbal del mundo." [2]
En algunos puntos del planeta esta guerra económica implementada contra las mayorías despojadas y empobrecidas alcanza su paroxismo más atroz: son los lugares en que el gran capital acelera la fase de despojo y saqueo, ejerciendo la piratería más arrolladora, respaldada por la violencia de estados que le son funcionales, por la violencia de ejércitos mercenarios, de guerras de ocupación. Este paroxismo capitalista se plasma en países como Libia, el Congo, Irak o Colombia, por nombrar algunos. En esta serie de textos trataré de plantear algunas líneas de fondo para el necesario debate que es camino hacia una paz verdadera, con justicia social. Parto desde la premisa de que el hambre es guerra; la justicia social es paz.
 
     1. Breves consideraciones sobre semántica y cultura de ‘aceptación del saqueo’ disfrazada de ‘cultura de paz’
 
En momentos en que las contradicciones entre acumulación de capital y supervivencia de la especie y del planeta alcanzan niveles ostensiblemente críticos, y en que el complejo militaro-industrial necesita cada vez más guerras para seguir su crecimiento perverso -y por ello las fomenta a escala planetaria-, aparece como un imperativo ético y político el análisis de las guerras de manera medular: no podemos ya contentarnos con las explicaciones postizas y seudo antropológicas de“son guerras tribales” o bien “no hay cultura de paz en esos pueblos”: pronunciamientos cuya naturaleza distila colonialismo y constituye la argucia para evitar ir al centro del problema. Evidentemente hay plétora de seudo estudios basados en esas premisas cosméticas e indolentes a ojos de la cruenta realidad de la guerra que arrastra al sufrimiento a millones de seres humanos. Aquellos que tienen un altísimo interés en impedir la comprensión de la realidad, y por consiguiente la posibilidad concreta de transformación de la misma, financian estos tanques de pensamiento. Sería digno de aguaceros de risas en una representación de teatro grotesco la existencia de “Estudios de Preservación del Medio Ambiente” financiados por la industria farmacéutica o petrolera, o bien la existencia de “Cátedras de Cultura de Paz” cuya línea se dedica a esquivar el análisis de la raíz de la guerra. Cátedras impartidas en Europa o EEUU, en países en los que radican las principales empresas fabricantes de armas, y las depredadoras energéticas: unas cátedras que se centran en enseñarles a becados provenientes de países como el Congo, Afganistán, Colombia, etc, la manera de ser más ‘pacíficos’, de‘resolver los conflictos desde la civilidad’ y de ‘desarrollar una cultura de paz’, obviando olímpicamente que la guerra y la paz tienen raíces económicas y se desarrollan en contextos de desigualdad social, y no son meros asuntos de‘cultura de paz’. Así los países que dedican millonarios presupuestos en guerras neocoloniales y cuya supremacía mundial radica en una historia de prácticas colonialistas y genocidas, muy lejanas de la cultura de paz que pregonan de fachada, imparten cátedras de asimilación mental a la cultura de la aceptación del saqueo más desmedido, a la vez que ‘bombardean humanitariamente’ en su relance colonial. Así los becarios de países que sufren la voracidad capitalista de las guerras por el saqueo de los recursos y por el posicionamiento geoestratégico, son adiestrados en la retórica que sirve para perder de vista el núcleo del problema; es el zorro enseñándoles a las gallinas con qué salsa deben ser comidas. Sería digno de risas en una representación de teatro grotesto, pero en la realidad y para las víctimas, es algo indignante.

Los apelativos “guerras tribales” y demás expresiones consagradas en el campo semántico destinado a prolongar el estatus quo, encubren guerras por la acumulación de recursos, guerras fomentadas con fines geopolíticos y económicos claramente definidos por los verdaderos ‘señores de la guerra’ que son los fabricantes de armas, los mercaderes de la energía, de la alimentación industrial, y las multinacionales de químicos, todos motores de la maquinaria depredadora del planeta.
 
Los países concebidos en la lógica global capitalista como meras ‘bodegas de recursos’, cada día sufrirán de manera más cruenta la violencia del saqueo y su correlativo empobrecimiento, que a la vez causa éxodos masivos. Hay una carrera del gran capital por hacerse cada día más con los recursos planetarios.
 
       2. ¿Por qué debería interesar el caso colombiano a los pueblos del mundo?
El estudio del caso colombiano arroja luces indeclinables sobre la realidad mundial: como una muestra en quintaesencia del capitalismo. Por esta razón hay un constante esfuerzo mediático en tergiversar la realidad colombiana, en invisibilizarla e impedir la comprensión de una realidad que es una radiografía de las mestástasis más atroces del sistema imperante. La resistencia del pueblo colombiano es asimismo tergiversada e invisibilizada en ese esfuerzo constante de los monopolios de difusión de realidad virtual de implementar la guerra mediática contra la comprensión de la realidad, haciéndo ver a las resistencias populares como “terrorismo”. El estudio a las fuentes de los sujetos históricos y sociales deviene una verdadera hazaña en medio del amedrentamiento contra la investigación social y el pensamiento crítico: no obstante su peligrosidad, ese estudio es indispensable.
La realidad colombiana expresa al capitalismo en su rostro más desnudo: en ella se plasma el despojo y reacomodo territorial destinado a escala planetaria a todas las zonas que presenten un interés económico; una lógica capitalista que no admite escrúpulos y constituye un ecocidio doblado de un genocidio. Por esta razón es fundamental su conocimiento y análisis para los pueblos. Por ello también urge la solidaridad internacional en acompañamiento al pueblo colombiano. Urge el estudio de la realidad colombiana por motivos que atañen al devenir de la región, por motivos estratégicos para los pueblos en la lucha por su supervivencia, y por motivos éticos ante el gravísimo drama humanitario: cada día crece el crimen de Lesa Humanidad ante el cual el planeta no puede seguir impasible, legitimando un régimen de terror.
En Colombia es tangible la fase más descarnada de la acumulación capitalista, y las estrategias represivas son acicateadas en ese laboratorio del horror. La experiencia en estas estrategias del terror, alimentada por formadores estadounidenses e israelíes, e implementada en la carne del pueblo colombiano, es asimismo exportada como método de control social, sabotaje, exterminio de la reivindicación social y contrainsurgencia a países de la región (Honduras, México, Venezuela).
Las cifras son elocuentes: los niveles de represión estatal se expresan en la existencia de 9.500 presos políticos [3]; en la eliminación física de todo un partido político: La Unión Patriótica (más de 5.000 personas asesinadas por las herramientas paramilitares y oficiales del Estado, consta ante la CIDH como genocidio político)[4]. El exterminio contra la oposición política se expresa en que más de la mitad del total de sindicalistas asesinados en el mundo, son asesinados en Colombia, denuncia la CUT: "En Colombia se cometen el 60% de los asesinatos de sindicalistas que se presentan en todo el mundo, por una violencia histórica, estructural, sistemática y selectiva que se convirtió en pauta de comportamiento del Estado colombiano: un genocidio contra el movimiento sindical”[5]. En mayo 2012, el Tribunal Sindical Mundial condenó al estado colombiano: “por ser responsable de los hechos sistemáticos de violación del principio de libertad sindical, en calidad de autor directo, coautor, cómplice o encubridor de homicidios, lesiones, torturas, privaciones ilegítimas de la libertad, atentados, amenazas, despidos y represalias con motivo del ejercicio de la actividad sindical”[6]. 
La planificación de la acumulación de tierras mediante el despojo violento se expresa en la existencia de 5,4 millones de personas despojadas y desplazadas de sus tierras para beneficio del gran capital, millones de personas malviviendo en cinturones de miseria o campos de refugiados [7]. El despojo continúa aceleradamente ya que el 40% del territorio colombiano está pedido en concesión para proyectos de la minería multinacional; de las 114 millones de hectáreas que tiene Colombia, cerca de 45 millones están solicitadas para este fin [8].
El genocidio se plasma en unos niveles de desaparición forzada alarmantes: El 23 de mayo 2011 el representante del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Christian Salazar, informó que la ONU estima que más de 57.200 personas han sido desaparecidas en Colombia [9]. El crimen de Estado de desaparición forzada de la "democracia" en Colombia ha rebasado las dramáticas cifras de las dictaduras del Cono Sur: sólo en 3 años el Terrorismo de Estado ha desaparecido a 38.255 personas (Medicina legal) [10]. Las estimaciones de desaparición forzada son minimizadas desde el Estado, sin embargo: “Al mes de noviembre de 2010, las estadísticas oficiales del gobierno de Colombia registran más de 51.000 Desapariciones”[11]. En enero 2011 la Fiscalía publicó un informe [12]: tiene documentados 173.183 asesinatos y 34.467 desapariciones forzadas, cometidos por la herramienta paramilitar, en un lapso de tan solo 5 años. Una estimación de Piedad Córdoba, basada en cotejo de informes y el conocimiento de la sistemática subvaloración de los registros oficiales cifró en unos 250.000 los desaparecidos en 20 años [13].  A noviembre 2011 el Registro Nacional de Desaparecidos, reportaba un total de 50.891 casos de personas desaparecidas[14].  En Mayo 2012, Yaneth Bautista, de la Fundación Nidia Erika Bautista, ‘señaló que "en lo que va corrido del Gobierno Santos se han registrado oficialmente 500 desapariciones forzadas en Colombia, especialmente en Bogotá, Antioquia, Putumayo, Nariño y Valle del Cauca’ [15]. El observatorio de DDHH de la coordinación Colombia-Europa-EEUU, expresa en mayo 2012 que hay un continuo aumento de los casos en el país (…) Las desapariciones forzadas han sido usadas históricamente como un instrumento de persecución política y de control social basado en el terror, perpetrado por agentes del Estado y por grupos paramilitares que actúan con su tolerancia, omisión y aquiescencia y que se benefician de la impunidad en la que permanecen los crímenes. (…) Las desapariciones forzadas forman parte de una práctica sistemática de ataques contra la población civil, que han sido funcionales al sostenimiento de las élites sociales, políticas y económicas del país”[16]. Hay un esfuerzo estatal para subvalorar y configurar impunidad para el crimen de estado de la desaparición forzada: “El subregistro de casos de desaparición forzada, la impunidad que se consolida con diversos mecanismos legales y sociales y la presencia de los perpetradores en las comunidades donde viven los familiares de personas desaparecidas, consolidan un marco que mantiene el trauma psicosocial (…) muchos casos no se denuncian por la mala administración de justicia, la ineficacia de los mecanismos de denuncia, el ambiente generalizado de temor e intimidación que viven los familiares de las víctimas, sus abogados, los testigos de las desapariciones(…)[17]. A lo anterior se suma la iniciativa del Gobierno del presidente Santos que está promoviendo un nuevo marco normativo con preocupantes limitaciones a los derechos de las víctimas de desapariciones forzadas.” [18]
 
La represión y exterminio contra la oposición política se plasma en el hallazgo de la mayor fosa común de Latinoamérica, detrás del batallón militar en la Macarena, con 2000 cadáveres de desaparecidos por la Fuerza Omegadel Plan Colombia, fuerza que goza de estrecha ‘asesoría’ estadounidense [19].

 

Colombia sufre el ejércíto más enorme de la región: éste es campeón mundial en recepción de ayuda militar estadounidense, junto con Israel. La barbarie militar queda retratada en que al menos 3.345 niños y jóvenes civiles han sido asesinados por los militares para disfrazar sus cadáveres y utilizarlos en montajes militaro-mediáticos destinados a la guerra sicológica y la inyección de terror, en los mal llamados ‘falsos positivos’. Estos crímenes de estado, incentivados desde el ministerio de defensa de Juan Manuel Santos por mecanismos de recompensas, continúan en la actualidad [20]. 

La herramienta paramilitar, funcional al gran capital, sigue su accionar en coordinación con las fuerzas oficiales. Bajo el gobierno de Santos ha gozado incluso de un rebautizo con la finalidad de perpetuarla; el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) denuncia: “Las acciones del gobierno de Santos para encubrir el paramilitarismo en su nueva etapa de reingeniería conocida con el eufemísitico término de bandas criminales (BACRIM). La persistencia de los Crímenes de Lesa Humanidad se encubre bajo la denominación de Bandas Criminales, que es parte de la reingeniería paramilitar y la falsedad del espectáculo de las desmovilizaciones. Persistiendo el poder mafioso, político y empresarial en las estructuras paramilitares. (…) Continúa la criminalización de la protesta social, la judicialización de campesinos, estudiantes y defensores de DDHH, la prolongación de la práctica de la desaparición forzada, la violencia sexual.”[21]
Es en base al terror que se perpetra el saqueo de los recursos con su correlativo empobrecimiento. Lo que hoy sufre el pueblo colombiano es la aplicación de un modelo extractivista minero energético, un modelo de latifundios para la agricultura industrial -principalmente destinada a agrocombustibles-, que esteriliza los suelos, envenena las aguas y extermina poblaciones. Un modelo que se basa en el despojo, y que por consiguiente genera empobrecimiento y su lógico descontento social. La concentración de la riqueza es escandalosa: Colombia es el 3er país con más desigualdad social del mundo [22]. Más de la mitad de la población colombiana sobrevive en la pobreza e indigencia. Hay 8 millones de indigentes y 20 millones de pobres [23]. Mueren anualmente más de 20 mil niños menores de 5 años por desnutrición [24].
 
El movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado expresa en 2012: “Ante la magnitud del despojo de las tierras (más de 10 millones de hectáreas) usurpadas violentamente por la estrategia estatal, paraestatal y empresarial a campesinos, comunidades afrodescendientes, indígenas, denunciamos la continuidad de la política del desplazamiento forzado de más de 5 millones de personas, como una estrategia de contra-reforma agraria, que establece un nuevo proceso de acumulación de tierras, consolidando la injusta asimetría sobre la propiedad de la tierra y con ella profundizando el conflicto social, político y  militar. (…) El 0,4 % de los propietarios poseen más del 60 % de los predios, mientras el 57%  de la gente tiene menos del 2% de los predios. Pero aún más grave es que el gobierno colombiano  haya concesionado 39 millones de hectáreas a empresas  multinacionales mineras.” [25]

En los siguientes capítulos ahondaremos en la tenencia de tierras a nivel mundial y la escalada de compra de tierras por multinacionales, ahondaremos en la ingerencia estadounidense, con un recuento histórico, y veremos cómo las bases militares se siguen instalando pese al fallo de la Corte Constitucional, con contratos multimillonarios ya firmados de adecuación para las instalaciones. Ahondaremos en geoestrategia, planes de saqueo multinacional, infraestructuras de extracción de recursos (IRSA); analizaremos la forma en que se le da continuidad a la estrategia de terrorismo de estado y a la herramienta paramilitar con la finalidad de la adaptación territorial a los intereses del gran capital. Abordaremos otros puntos de ‘semántica y cosmética’ claves en la perpetuación del genocidio que viabiliza el expolio.

Enviado por su autora
 
NOTAS 
Guerra y acumulación capitalista: Semántica, cosmética y genocidio 
*Este texto es la Parte I de la serie: “Capitalismo depredador, guerra y paz”
Para acceder a las notas completas, en caso de no encontrarlas en esta publicación: www.azalearobles.blogspot.com

O en pdf adjunto: NOTAS-de-Guerra-y-acumulacion-capitalista.pdf



Colombia Empalada: Feminicidio y terror de Estado

11 de Junho de 2012, 21:00, por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda

Por José Antonio Gutiérrez D.

 


El brutal asesinato, tortura y violación de Rosa Elvira Cely, en pleno Parque Nacional de Bogotá, ha causado una justa ola de indignación en todo el país. Al grito de “¡Ni una Rosa más!” miles de bogotanos se reunieron el 3 de Junio en el lugar del macabro crimen a rendir sentido tributo a esta víctima y a protestar vehemente contra la violencia contra la mujer.

En este espacio no quiero extenderme demasiado sobre este crimen en particular, que lamentablemente, es uno más entre miles de abusos y feminicidios que ocurren cotidianamente en Colombia. Ni quiero tampoco referirme a las múltiples negligencias que contribuyeron, en algún grado, al desenlace fatal de esta historia (una respuesta inadecuada de la policía a los llamados de auxilio, negligencia en su atención médica, que no se atendieran sus heridas de puñal que fueron las que finalmente le ocasionaron la muerte, etc.). Sobre lo que quiero llamar la atención es sobre la hipocresía de los medios y las élites colombianas que hoy se horrorizan ante el cadáver de Rosa Elvira Cely, pero que sistemáticamente han hecho la vista gorda ante los crímenes del paramilitarismo, que son calco y copia del empalamiento de Rosa Elvira Cely.

La práctica del empalamiento, es decir, la penetración forzosa por el ano o la vagina de la víctima con un palo que le perfora los órganos internos, a veces saliendo por la boca, no es un acto sádico novedoso. Es una práctica que, de hecho, se ha aplicado en Colombia desde los inicios de la violencia conservadora a mediados de los ‘40, en innumerables veredas y zonas rurales, donde las cuadrillas de chulavitas, pájaros o paramilitares (como se les ha llamado en diferentes épocas y regiones a los ejércitos privados al servicio de terratenientes y caciques políticos del establecimiento) se han desplazado aterrorizando a la población, utilizando a la violencia sexual como una forma de amedrentamiento y control. El empalamiento, así como otras formas de agresión sádica hacia la mujer (cercenar los senos, extraer el feto del vientre de las embarazadas, por ejemplo), demuestran la notable continuidad entre la violencia “chulavita” de los ‘40 y la violencia “paraca” de los ‘90 hasta ahora. La agresión hacia la mujer, y hacia las niñas, es vista en la lógica paramilitar como una manera de humillar y proyectar el control total, patriarcal-machista-violento, sobre comunidades que consideran hostiles a su proyecto de “Estado comunitario” o aliadas de la “subversión”. En palabras de la investigadora Donny Meertens, la violencia sexual “no es tolerada como un acto de perversión individual, sino que ha sido permitida como una práctica sistemática de guerra, aplicable solamente a comunidades específicas”  [1].

Volviendo al empalamiento, abundan los casos de mujeres que, por haber sido señaladas de ser amantes de un guerrillero, se les violó, asesinó y, en muchos casos, empaló. El empalamiento, por citar un ejemplo, fue utilizado en la masacre del Salado, en los Montes de María, en el 2000: al menos una víctima, Neivis Arrieta, de 18 años, fue empalada al ser acusada de amante de un guerrillero de las FARC-EP  [2]. Según Olga Amparo Sánchez, de la Casa de la Mujer, en Tumaco hoy en día se está utilizando el empalamiento como una práctica sistemática por parte de paramilitares y lo mismo ocurre en muchas otras regiones del país  [3]. También los paramilitares han torturado con el empalamiento a homosexuales en sus áreas de control y en sus campañas de “limpieza social”  [4].

Los medios colombianos, que hoy se rasgan los vestidos con el horror del empalamiento de Cely, jamás se escandalizaron demasiado cuando estas prácticas eran llevadas a efecto por los paramilitares en “zonas rojas”, frecuentemente de la mano de la fuerza pública. Los medios, que estaban al tanto de todo cuanto ha ocurrido en las zonas rurales de Colombia desde los inicios de la ofensiva paramilitar de los ‘80, jamás informaron con lujo de detalle, como sí hicieron con el caso de Cely, de las atrocidades cometidas por el binomio paramilitarismo-ejército [5]. Curiosamente, nos hemos tenido que enterar del real calibre de esta barbarie a través de los informes de organizaciones de Derechos Humanos o mediante páginas especializadas en el conflicto, como Verdad Abierta, o a través del trabajo de periodistas extranjeros, como el ahora célebre Roméo Langlois. Los periodistas colombianos, salvo muy honrosas excepciones -Hollman Morris a la cabeza de ellos-, han optado por no investigar sobre estos temas, sea por mediocridad, pereza, por miedo, autocensura, lambonería o complicidad.

Y digo complicidad, porque los grupos económicos que manejan los medios en Colombia tienen plena identidad de intereses con los sectores económicos colombianos que han financiado, armado y estimulado al paramilitarismo (extractivos, mafiosos, ganaderos, terratenientes, multinacionales, etc.). Todos al final son la misma rosca. Los medios masivos colombianos, a lo más, lamentaron los “excesos” del paramilitarismo, siempre excusándolo al decir que era una respuesta “exagerada” a la “amenaza guerrillera” –poniendo, de esta manera, la historia colombiana de cabeza y distorsionando los eventos [6]. En casos de excepcional honestidad, hasta han llegado a aplaudir abiertamente al paramilitarismo [7]. Los crímenes paramilitares han sido silenciados, trivializados, mistificados, ocultados, ignorados, excusados, cuando no aplaudidos, en los medios, los que han ayudado, de esta manera, a hacer más espesa la “noche y la niebla” al amparo de la cual actúa el paramilitarismo [8].

De Javier Velasco, el único detenido hasta el momento en relación al asesinato, se ha dicho apenas que era un “delincuente común” [9]. Pero la práctica del empalamiento no es una forma cualquiera de sadismo, sino que está estrictamente asociada a la figura del paramilitarismo en Colombia. Es una tortura normada, pautada, ritualizada y aprendida. No me cabe ninguna duda que el asesino de Rosa Elvira Cely alguna relación ha tenido con el paramilitarismo y con las bandas de “limpieza social”, los ejércitos privados que la derecha tiene a su disposición para destruir tejido social, imponer su control absoluto, imponer su visión retrógrada y conservadora del mundo [10] y para hacer el trabajo sucio que no siempre puede hacer el ejército abiertamente. Y no me cabe ninguna duda que este muy posible vínculo no será investigado, ni estudiado, porque jamás los medios colombianos ni los grupos de interés detrás de ellos, les ha interesado generar verdadero rechazo al paramilitarismo en la opinión pública [11]. Les basta con tomar un tibio distanciamiento público, condenar sus “excesos”, la muerte de “inocentes” (daños colaterales), mientras reproducen el discurso del “mal necesario”.

La bestialidad de este crimen merece la justa indignación de toda persona que tenga un poco de corazón: Todos somos Rosa Elvira Cely, todos debemos repudiar enérgicamente este crimen. Pero los medios -y las élites que los controlan- ponen el grito en el cielo no ante el crimen en sí, sino ante el hecho de que el empalamiento se da por fuera del espacio en el cual es “natural” que se diera: el marco del conflicto armado. Ponen el grito de espanto porque la víctima no era ni un “marica” víctima de la limpieza social, ni una “zorra malparida” que se acostaba con un guerrillero. Porque el empalamiento ocurrió en el Parque Nacional y no en una “zona roja”, en un municipio apartado en medio de la nada o en un barrio paupérrimo. Porque esta bestialidad se realizó, en palabras de Meertens, fuera de la “comunidad específica” a la que normalmente se victimiza de esta manera ante el silencio cómplice de los medios y la mirada indiferente o de aprobación incluso, de las élites que se siguen enriqueciendo con la guerra y su lógica de apropiación de riquezas mediante el despojo violento, el control de comunidades y territorios. Por eso se horrorizaron tanto, pero esas mismas élites son las que siguen creando los “Javier Velascos” que empalan, violan, descuartizan, las que siguen apoyando y formando sus ejércitos mercenarios, las que siguen haciendo de la muerte una de las industrias más prósperas en la lacerada tierra colombiana. Esto no lo olvidemos ni por un minuto.


7 de Junio, 2012

NOTAS:

[1] “Victims and Survivors of War in Colombia –Three Views of Gender Relations” en “Violence in Colombia 1990-2000”, Ed. Charles Bergquist, Ricardo Peñaranda, Gonzalo Sánchez, SR Books, 2001, p.154. La autora se refiere al contexto de la “Violencia” de las décadas de 1940-1950, pero consideramos que esta conclusión es igualmente válida para la campaña paramilitar de la década de los ’80 hasta el presente.

[2] http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-6083807

[3] http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/06/120603_colombia_violacion_rosa_cely_violencia_mujer_protesta_aw.shtml

[4] http://www.semana.com/especiales/oficio-matar/108229-3.aspx

[5] El binomio paramilitarismo-ejército es, según informes de Medicina Legal, responsable del 78% de los crímenes sexuales cometidos en el marco del conflicto armado –de los cuales, el 63% sería responsabilidad directa del ejército. Este elevado número nos habla de una práctica sistemática y recurrente. Ver las memorias del foro “¿Para qué una política criminal sobre violencia sexual en Colombia?” (Noviembre 2011), p.6 http://www.sismamujer.org/sites/default/files/publicaciones/Memorias%20en%20pdf%20del%20foro%20%C2%BFpara%20qu%C3%A9%20una%20pol%C3%ADtica%20criminal%20sobre%20violencia%20sexual%20en%20Colombia.pdf

Aún así, es importante tener en cuenta que estas cifras oficiales son, con toda certeza, una subvaloración de la estadística real, sea por la tendencia a disminuir los abusos de la fuerza pública y exagerar los de la insurgencia (algo común en la mayoría de las estadísticas oficiales), sea por el bajo nivel de la denuncia: según un informe de la Defensoría del Pueblo del 2008, el 81,7% de las personas desplazadas que sufrieron abuso sexual no presentaron ninguna denuncia. Estas cifras son consistentes con un estudio independiente, realizado el 2012 por Oxfam y la Casa de la Mujer en una muestra representativa de mujeres, en la cual el 82% de las que reconoció haber sido víctima de violencia sexual no presentó ninguna forma de denuncia (Ibid). Según otro informe, sobre la violencia sexual en el departamento del Magdalena y en los Montes de María, se llega a la conclusión que “Los militares son de lejos los principales responsables de ese delito, que cometían "en contextos estratégicos" de su conquista territorial y también de manera "oportunista" para conseguir "satisfacción sexual", pues el "desprecio hacia las mujeres" inculcado en sus filas (…) marcó esa conducta.” http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo-311782-paramilitares-usaron-violencia-sexual-arma-de-conquista-colombia

[6] En realidad, las guerrillas se forman hacia fines de los ‘40 como respuesta (como grupos de autodefensa) por los desmanes y atropellos de las escuadras conservadoras (antecesores de los modernos paramilitares) en el campo colombiano.

[7] Ver la editorial de El Tiempo del 30 de Julio de 1987.

[8] Como prueba de ello, esta semana hubo una masacre paramilitar de 5 personas en el municipio de Remedios (Antioquia), la cual apenas fue “cubierta” con una escuálida nota de 120 míseras palabras (3 de Junio). Esto no fue una masacre, sino que un “ataque”, perpetrado no por “terroristas” sino que por “desconocidos”. El medio informa de que en la zona operan paramilitares y guerrilleros, dejando un manto de duda sobre la autoría de la masacre, aún cuando todo el mundo sabe que fue un ataque de los paramilitares: la masacre, de hecho, se realizó en un local comunitario, centros sociales que frecuentemente son blancos de la actividad paramilitar que se especializa en atacar toda forma de organización popular. El Espectador no se atreve a denunciar al paramilitarismo, sino que las aciones paramilitares siempre son perpetradas por “desconocidos” –esto no es sino una manera de tejer el manto de “noche y niebla” con la que operan estos ejércitos mercenarios de la derecha política. Contrasta esta nota marcadamente con la cobertura que reciben las acciones insurgentes en este mismo medio.

http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo-350657-cinco-muertos-y-tres-heridos-ataque-remedios-antioquia

[9] http://www.semana.com/nacion/muerte-rosa-elvira-cely-crimen-abominable/178184-3.aspx

[10] Sicarios y descuartizadores suelen cargar rosarios y llevar siempre una oración a flor de labios

[11] Prueba de ello es la distancia y ambigüedad con la que han asumido los llamados a jornadas nacionales de protesta contra el paramilitarismo (como la del 6 de Marzo del 2008), que contrasta con el entusiasmo que demuestran cada vez que hay algún pronunciamiento contra la insurgencia.

Recibido por correo electrónico

 

Le recomendamos además:

Colombia: feminicidio invisible / Noemí García Cabezas
http://aliciaguevaraenelmundo.blogspot.com/2012/06/colombia-feminicidio-invisible.html

Carta Mundial de repudio por el brutal asesinato de Rosa Elvira Cely y miles de mujeres más en nuestra América Latina
http://antropologiadegenero.com/?p=4422



Que la pena los convierta...

11 de Junho de 2012, 21:00, por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda

Por Alina Perera  

"Hay que reemprender entonces la siembra infatigable de las semillas"

Así como las hormigas de un artista ascendían por las fachadas del teatro Fausto durante la Oncena Bienal de La Habana —en una propuesta cuyo título recuerda otras creaciones («Casa tomada»)—, percibo que suben por las columnas de nuestras virtudes ciertas sombras, por lo general ruidosas, que parecieran poder apagar toda valía cultivada aquí en cuestiones de conducta humana.

Las oscuras oleadas incluyen a «vulgarcitas» y a «vulgarcitos», a impúdicos, a seres calados por el mal gusto y la ignorancia, a rotos del alma (con o sin plata); y si me permiten usar una categoría que los retuerza a todos en una misma dimensión, hablaría de personas para quienes la decencia —valor tan cardinal entre cubanos— carece de todo significado y encanto.

Suelen estar en cualquier sitio; no responden con delicadeza a un «buenos días» (no saben hacerlo); difícilmente miren a los ojos de quien les aborde, o alcancen a dar un explicación sobre algo; en una carrera desesperada y leve, soslayan sumergirse en la meditación. Y desde luego, no conocen el valor de la elegancia (no hablo de traje largo), ni la pegada de eso inmaterial que abre puertas, mueve voluntades y convierte un «no» en un «sí»: eso inmaterial que nuestros abuelos siempre conocieron como el «don de gentes».

Da tristeza y vergüenza ajena ver a algunos de esos seres-sombras apostados como exitosos en lugares hechos para lo sensitivo, el divertimento y el consumo. No disfrutan tranquilamente: pretenden gozar a puro grito, y afean cualquier escenario como ¿poderosos? de extraña estirpe, mientras un mar de gente buena (que tanto merece copar los espacios del disfrute) pasa sobrecogida contemplando el espectáculo de la insolencia.

Apenan como moscas en medio de la sopa. Salpican el paisaje con una impronta anodina y depredadora que confiere al ambiente social la sensación del empobrecimiento y la fealdad más rotundos, como si viajáramos en una embarcación al pairo. Apenan porque, como diría un hombre grande de esta nación, sabemos que son nuestros.

Tras las causas —arista sin la cual toda mirada se quedaría en la nata—, hay que reconocer que ahora estamos viendo y sintiendo las esquirlas de una implosión social, el golpe de más de 20 años de crisis de los valores del espíritu. Ha sido un desgaste que arrastró a la familia (ahora llamada a ocupar el espacio que le toca) y a las instituciones educacionales.

En todos estos años muchos dejaron de plantar como era menester —una y otra vez, hasta el denuedo— las semillas de la virtud en quienes iban llegando al mundo. En medio del agotamiento por sobrevivir, muchos intentaron «transmitir» algunas claves, pero no con insistencia; y en esa abdicación (como la tierra de lo subjetivo estaba tan endurecida), las simientes plantadas pocas veces, o mal, no llegaron a prender.

Ahora el asunto, en una Cuba más heterogénea y desigual que aquella sorprendida por la caída del Muro de Berlín, adquiere dimensiones de gran complejidad. Ahora hay que remontar una cuesta agotadora, por ejemplo, en eso de que la lectura de un buen libro sea descubierta como placer, como hábito que se defienda contra viento y marea así las contingencias materiales tiren del camisón.

Ahora hay que buscar el mejor lenguaje, los caminos del encantamiento, reinventar toda fórmula con los ojos puestos en hacer hombres y mujeres de bien. Y hay que alistar los escenarios tangibles, crear con agilidad las condiciones para que los buenos ocupen los lugares y espacios más visibles y reconfortantes, para que los canales de ascenso social sean transparentes y enaltecedores.

Ahora hay que buscar incluso en la sabiduría de nuestros viejos, para tampoco acomodarnos en las fatalidades de las crisis: ¿Cómo era eso de que en los hogares más humildes había una ley de la mejor conducta: pobre, pero honrado, pero limpio, pero respetuoso, pero decente?

Evoco una frase tajante, y muy entendible, de un gran amigo: «Hay que tener cuidado con los que saben». Eso significa que el verdadero poder está en ser cultos (muchos pensamos todavía así), y que desde la instrucción y el buen sentido del vivir jamás será legitimada la desfachatez de los que poco saben (así aparenten tener el mundo a su merced).

La pelea por reacomodar nuestro paisaje será difícil, pero de su desenlace depende nuestra autoestima como criaturas insulares, y nuestra verdadera dignidad. Mostrarnos vacilantes sería imperdonable. Hay que reemprender entonces la siembra infatigable de las semillas, al tiempo de ejecutar, con rigor y sin que duela, lo que aconsejó el Apóstol:

«Que se marque al que no ame, para que la pena lo convierta».

Fuente Juventud Rebelde



Venezuela: Hugo Chávez el candidato de la Patria

11 de Junho de 2012, 21:00, por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda

Con la inscripción de Hugo Chávez como candidato a la presidencia de la República ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) para el 7 de octubre, se está desafiando a la "miserable conjura mediática venezolana", manifestó este lunes José Vicente Rangel.

Desde la Plaza Caracas, ubicada en las adyacencias del CNE, el destacado periodista resaltó que "Chávez está entero, completo y lleno de coraje como siempre lo ha sido".

Expresó que la importancia de ver la política como algo serio y tener en cuenta "el contraste entre una y otra política", pues en este proceso electoral las y los venezolanos nos estamos jugando "nuestro destino" para impulsar un proyecto que se basa en la participación del Poder Popular. (VTV)

 

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Chávez entregó Programa de la Patria, un compromiso de vida, de lucha, de batalla y de Victoria

Una verdadera fiesta rebosante de alegría y amor hacia el presidente Hugo Chávez vivió hoy toda Venezuela en ocasión de su inscripción como candidato para las elecciones del 7 de octubre.

En decenas de urbes del país y particularmente en Caracas, el pueblo salió a las calles y llenó las principales plazas en respaldo al mandatario, quien acudió este lunes a la sede del Consejo Nacional Electoral para cumplir con el trámite legal que oficializa su candidatura a esos comicios.

Es la candidatura de la mayoría de los venezolanos, la candidatura de la Patria, proclamó el propio Chávez al presentar a los rectores del árbitro electoral el plan de gobierno para el período 2013-2019, que servirá de base al segundo Plan Socialista de la Nación.(PL)


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"Derribo": Extracto en pdf de libro sobre los Cinco, en inglés

10 de Junho de 2012, 21:00, por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda

Por Rosa C. Báez

Kimber en el podio y Wayne Smith en la mesa, durante la presentación. Foto: Erik Fundora


El pasado sábado, cuando difundíamos el trabajo firmado por Saúl Landau y Danny Glover titulado “Desde la prisión”, recordábamos las jornadas que en Washington pusieron el tema de los Cinco al alcance de los estadounidenses residentes en aquella ciudad. En una de esas jornadas, en un panel donde se discutió sobre el entramado legal  del Gobierno de Estados Unidos contra los Cinco, fue presentado por su autor, Stephen Kimber, periodista y escritor canadiense,  el libro “Derribo: la verdadera historia de Hermanos al Rescate y los Cinco de Cuba”.

  Se mencionaba en el artículo de marras, que la obra estaba disponible como libro electrónico, lo que nos motivó a buscarlo para compartirlo con nuestros lectores. Sin embargo, toda gestión fue inútil, por lo que recurrimos a la ayuda de Saúl Landau para localizar la obra y él, siempre gentil, lo puso a consideración del autor que, prontamente, nos dio respuesta:
 
“El libro completo no estará disponible hasta la primavera de 2013, pero un extracto de libro electrónico -que se centra en el derribo de la aviones de Hermanos al Rescate en 1996 y el papel-o la falta de papel desempeñado por los Cinco Cubanos- está disponible en Amazon. Mi opinión es que los cubanos no pueden descargarlo directamente desde Amazon, así que estoy adjuntando una copia en formato PDF. Si usted tiene alguna pregunta, por favor no dude en escribirme”.

Aunque está en idioma inglés, nos complace compartir con nuestros lectores este regalo del autor:  "Derribo" es un extracto de "Lo que hay al otro lado del agua: La verdadera historia de la Los Cinco Cubanos".

Shootown-Stephen-Kimber.pdf

Stephen Kimber, periodista y escritor canadiense, es autor de una novela y siete libros. Trabaja como profesor de Periodismo de la Universidad de Kings, en Halifax, Canadá.



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